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Rompe esas cadenas
Misionar el metro cuadrado, literalmente...
Cuántas veces habremos escuchado la frase que le da título a esta reflexión. Cuántas veces nos hemos visto invitados o nos hemos planteado misionar en nuestra vida cotidiana. Quien haya alguna vez participado de una misión conocerá esos sentimientos de plenitud que uno siente después de haber pasado un tiempo dedicándose al servicio y a la entrega a los demás.
Esos sentimientos que en la vida cotidiana quizás sean menos intensos, o más difíciles de ver para un corazón que se ve nublado por la rutina y las situaciones que tenemos que resolver día a día. En definitiva, al misionar tomamos el mensaje de Jesús y lo ponemos en práctica de forma sencilla y es eso lo que nos llena el corazón de amor.
Al regresar a nuestras casas, a nuestras vidas cotidianas, somos propensos a que esa plenitud de a poco se vaya desvaneciendo y, es muy normal que entre obligaciones y distracciones nos vayamos alejando de a poquito de ese estilo de vida que tanto nos había llenado el alma.
La idea de misionar en el día a día aparenta ser un objetivo muy lejano, una de esas cosas que, conscientes de que sabemos que probablemente no alcancemos en un 100%, nos proponemos para llevar como estilo de vida. El gran desafío que nos encontramos es que en nuestra vida abarcamos muchos ámbitos; trabajamos, estudiamos, hacemos deporte, nos juntamos con amigos, y tenemos una familia. En condiciones normales, realizamos muchas actividades y transitamos nuestros días a las corridas de un lugar a otro sin nunca tener tiempo para frenar hasta que a la noche llegamos a nuestras casas para descansar. En ese contexto nos olvidamos, o no tenemos tan presente, lo esencial que es para nuestro corazón poner a Jesús en el centro.
Sin embargo, estamos ante un contexto distinto. Nos encontramos en cuarentena, encerrados cada uno en su casa sin poder salir. Todos esos ámbitos de los que solíamos formar parte activamente se vieron reducidos de forma drástica; ya no vamos a la facultad ni a trabajar, ya no nos podemos juntar con amigos y nuestro único deber y obligación es quedarnos en nuestras casas. ¿Qué mejor oportunidad para entregarnos al estilo de vida que Jesús nos propone en el Evangelio?
El ser servicial, acompañar, escuchar y entregar lo que somos en nombre del amor es lo que nos lleva sentirnos plenos en las misiones. Es hora de ponerlo en práctica y desenvolvernos en nuestras casas cómo lo hacemos en los pueblos que visitamos. Salir al encuentro, estar al servicio de nuestras familia, dar una mano en casa. Ser misioneros con las personas que más queremos y más nos quieren.
Es hora de misionar el metro cuadrado, literalmente. No hace falta más que ir desde la cama al living, sonreír y transmitir amor.
Y vos ¿Qué estas haciendo para misionar tu metro cuadrado en esta #CuaresmaEnCuarentena?
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