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Sábado 21 de marzo - “Presentarnos humildes y sencillos”

En nuestra vida cotidiana, hoy sábado, debería ser nuestro día libre, de descanso, de hacer esas cosas que nos gustan y no encontramos el tiempo, en la semana, para llevarlas a cabo. Hoy, el sábado es un día más, es el día dos de esta cuarentena obligatoria que estamos viviendo. Esto nos lleva a pensar cómo cambiaron nuestros días y cómo se presentan de manera distinta todas esas cosas que andaban rondando por nuestras cabezas.

Hagamos un poco de memoria sobre cuáles eran nuestros planes para este año. Seguramente pensábamos arrancar marzo entusiasmados, volviendo a muchas de nuestras ocupaciones, nuevos proyectos e ideas, viajes, planes con amigos, familia, etc. y actuábamos en función a eso. Quizás estábamos tan enfocados en nuestra rutina, que no poníamos atención en cómo estábamos viviendo y cómo nos proyectábamos. Hoy, la situación es otra, no sabemos exactamente qué vamos a hacer el lunes, mucho menos en mayo, ni en julio. Esto a su vez nos invita a vivir de manera diferente, a pensarnos diferente. Tenemos mucho tiempo para repensar muchas cosas... quizás más de las que quisiéramos.

Para no extrañar tanto los espacios de oración en la parroquia que tanto bien nos hacen, les proponemos una reflexión basada en el Evangelio de hoy. Los invitamos a buscar un lugar tranquilo y leer atentamente, tratando de encontrar dónde nos habla Dios.


 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):

En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:

«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:

“Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.

El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh, Dios!, ten compasión de este pecador”.

Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido»


Luego de leer y meditar el Evangelio del día, nos resuenan dos palabras: la coherencia y la humildad, dos grandes virtudes muy necesarias en nuestra vida de fe.


Al hablar de coherencia se nos viene a la mente el constante intento de ponerla en práctica. En varios aspectos de nuestras vidas nos pasa que sabemos lo que tendríamos que hacer y decir, pero por distintas razones no siempre somos fieles a lo que creemos; es un camino entre nuestras convicciones y lo que decimos y hacemos, que muchas veces puede desviarse. Pero aún así, seguimos apostando.

Poniéndonos en contexto, esto nos lleva a pensar qué imagen damos como la Iglesia que somos. No queremos quedarnos en lo "protocolar", como el fariseo, encerrados en las formas sino acompañar esto con profundidad, con amor y sobre todo con obras, con actos concretos y sencillos. Entonces, siendo sinceros con nosotros mismos nos preguntamos


¿Hago las cosas sólo para quedar bien y aparentar? ¿O vivo una fe profunda? ¿Somos coherentes entre lo que pensamos, decimos y hacemos? ¿Pongo en manos de Dios lo que me cuesta? ¿O creo que todo lo puedo resolver yo mismo/a?


En cuanto a la humildad, como ejemplo de humildad tomamos al publicano, de quien podemos aprender que las apariencias no necesariamente hablan de la vida espiritual de una persona. Reconoce que la verdadera esencia de su fe es estar cerca de Dios, y la manera de hacerlo es a través de reconocerse pecador y ofrecérselo a Él.


En este tiempo de #CuaresmaEnCuarentena, el desafío es poner primero a la gente que nos rodea, cuidarnos y cuidar a los demás, no tratar de destacar sino aportar desinteresadamente con pequeños gestos de amor, presentarnos humildes y sencillos.

En la oración del jueves reflexionamos sobre la vida de San José y en una de las líneas, leíamos “Y José todo esto lo hizo desde la simpleza y el silencio, no quería hacerse notar, simplemente puso el corazón, esfuerzo y voluntad donde Dios quería”, tomamos esto de ejemplo y pensamos...


¿Cómo vivo la humildad en estos días? ¿Utilizo el silencio como aliado? ¿Hago las cosas de corazón o esperando reconocimiento? ¿Me pongo al servicio en casa? ¿Cómo?


Desde la simpleza y el silencio aprendidos de San José estaría bueno plantearnos cómo podemos sacarle provecho a esta situación. Valoremos el poder estar reunidos en casa con la familia, que sea un espacio de conocernos mejor, encontrarnos con nosotros, hacer eso que queríamos hacer y siempre postergamos. Pidamos la gracia a Jesús de poder ver el lado positivo de la situación a pesar de las dificultades que estamos transitando.


¿Qué hacemos con nuestro tiempo? ¿Qué podemos hacer para que ese tiempo sea un tiempo de encuentro y de preparar el corazón para la Cuaresma?


Con ánimos de transformar nuestro corazón en esta #CuaresmaEnCuarentena, le pedimos a Jesús la voluntad de tener pequeños gestos de amor que nos acerquen a Dios. Proponemos hacerlo con esta oración del Cardenal Newman, en la que le pedimos poner nuestra fe en obras, donde se vea a Jesús enseñándonos a servir.




 
"Que la simpleza te atraviese, que la humildad te identifique, que el servir sea tu acto y la contemplación tu lenguaje" -Anónimo
 

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