Pascua Joven 2020 ~ “Tú eres mi hijo amado”
#CancionRecomendada para entrar en clima de oración
Signos de amor
Sábado. El mundo quedó en silencio. Se percibe la incertidumbre. Hay mucha confusión. Una única noticia circula: “Jesús ha muerto.”
Las emociones y pensamientos varían. ¿Volverá? ¿No era Él quien nos salvaría? Despertar y no encontrarlo más hace que un vacío predomine en las almas. Es la ausencia de aquel enviado por Dios.
Entre aquellos que se duelen por su ausencia está María, su mamá. Me la imagino volviendo a pasar por el corazón muchas de las cosas que vivió con su Hijo. Hoy, estos recuerdos se nublan, está atormentada por la imagen de su niño en la cruz. Está sedienta de consuelo y compañía. Sin embargo, esta mujer esconde en lo profundo de su corazón un tesoro muy valioso: esperanza.
En este día tan triste, se suele hablar de acompañar a María. Esto se complica cuando reconocemos lo lejos que estamos de sufrir como ella sufrió ¿Cómo me pongo en el lugar de una madre que vio a su hijo crucificado?
Para acompañar a María el Sábado Santo, podemos intentar llevarlo a nuestro día a día. Cada uno de nosotros conoce su historia, su experiencia de vida. Todos tenemos momentos en los que, como María, sufrimos.
Como María, muchas veces nos encontramos en situaciones que no entendemos: ¿Por qué a Él/Ella? ¿Por qué ahora? ¿Por qué no evitar tanto dolor? ¿Cómo alguien puede lastimar tanto? ¿Qué sentido tiene todo esto?
Ahora volvé a mirarte a vos. Animate a encarnar los sentimientos que tuvo María ese día. Pero con tus preguntas, con tus pensamientos: ¿Alguna vez extrañaste a alguien que ya no está y te preguntaste si estará bien? ¿Alguna vez te sentiste solo y pensaste que Dios no estaba? ¿O angustiado sin razón?
María tampoco entendió el por qué de tanto dolor. Pero ella no se centró en esa pregunta. Fijó los ojos en su Hijo y esperó con confianza lo que traería el día siguiente…
Y hoy todos nos preguntamos cómo hizo María; qué secreto tenía para sobrellevar tanto dolor, para cargar con tantos sentimientos. Desde el día en que el ángel se le apareció, ella vive entregada completamente a Dios: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. María sintió cada palabra que dijo, y quería la voluntad de Dios con lo más profundo de su ser. Se dejó caer en los brazos de Dios completamente, sin dudar. Tan segura estaba de lo que hacía que entró en una conexión profunda con Dios, ya que le había abierto la puerta de su corazón de par en par. Ella mantuvo su Fe el Sábado porque había sido tan grande el encuentro con Dios que había entendido que ya nada la separaría de él. Ni siquiera la ruptura de la muerte. Ella se encontró con Él en su mayor intimidad, en sus mayores miedos, en sus debilidades. Y cuando se llega a un vínculo tan profundo no hay nada que lo rompa, nada que lo haga dudar, porque ella ya había permitido que Dios entrara tanto en lo bueno como en lo malo. Todo su ser estaba con Dios, no había ni miedo ni debilidad que la pudiese hacer dudar de eso; Dios estaba con y en ella.
A veces nos preguntamos cómo podemos dejar entrar a Dios de esa manera, cómo podemos hacer para tener un vínculo así de íntimo, y la realidad es que primero tenemos que conocernos hasta nuestra mayor profundidad. Tenemos que permitirnos ver esas cosas que capaz están tan ocultas que nos pueden parecer secretas, porque son íntimas. Esas cosas que ocultamos por miedo, por guardar una imagen, por no aceptarlo. Debemos conectar con esa parte de nuestro ser, y ahí encontrarnos con Dios, sabiendo que nos podemos encontrar con cosas que nos gustan y cosas que no. Pero siempre apoyados en Dios, en su amor y misericordia, sabiendo que quiere que compartamos esa intimidad con Él.
Ahora te invitamos a leer esta oración escrita por un joven seminarista de la congregación de los Jesuitas, que habla de lo valioso que es dejarnos conducir hasta la profundidad de nuestro corazón, sabiendo que sin importar lo que encontremos, es ahí donde Dios resucitará.
Cada uno de nosotros se conoce a sí mismo, es consciente de sus cualidades, defectos, fortalezas y debilidades. Pero aún así, todos tenemos un lugar “secreto”; lo más puro de nuestro ser. Ese lugar en el que somos realmente auténticos y sinceros. Lo secreto es ahí donde no dependemos de la mirada de otros, ni del qué dirán, ni de cumplir con un estereotipo. Lo secreto es lugar de despojo, donde nos libramos de todas esas cosas que limitan nuestro ser más profundo. Nos cuesta llegar hasta ahí, muchas veces por miedo a encontrarnos con algo que no nos gusta, que nos incomoda. Vivimos desviando la mirada de nuestro “lugar secreto” y nos acostumbramos a ignorarlo. Hoy Dios rompe con nuestros esquemas, nos viene a decir que ahí, en nuestra sencillez, es donde nos encontraremos con Él. Es un lugar de intimidad entre nosotros. Por eso, por más miedo que le tengamos a eso que nos podemos encontrar, es ahí donde Dios va a resucitar. En ese miedo, en esa incertidumbre, en ese dolor; volverá a nacer en eso más profundamente nuestro.
¿A qué sentís que te invita este poema?
¿En qué se ve reflejado “lo secreto" en tu vida?
¿En qué momento o situaciones de tu vida recurrís a ese lugar de refugio y silencio?
¿Somos conscientes de qué es “lo secreto" en nuestras vidas?
¿Tenemos miedo de verlo o hasta encontrarlo? ¿Por qué?
Con este video te invitamos encender la luz de la esperanza como lo hizo María…
Para compartir un rato entre todos nos encontramos en zoom a las 17hs. Te pedimos que por favor tengas a mano papel, lapicera, una velita, encendedor/fósforos, en lo posible que te conectes desde una computadora y sobre todo muchas ganas de acompañarnos entre todos en este camino. ¡Te esperamos!
Rosario con intenciones: Te invitamos a que en algún momento del día puedas acompañar a María con un rosario, o al menos una decena. Pero hoy la propuesta es distinta, que en cada Ave María ofrezcas alguna intención en particular, una persona, un momento, una agradecimiento, lo primero que se te venga a la mente. Quizás alguien que viste en el súper, paseando al perro, o en las redes sociales. Si Dios puso en el camino a esa persona capaz necesita de nuestra oración. A veces en silencio y a la distancia podemos encender corazones.
Dios te salve - Coro Jeremías
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