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Sábado 4 de julio - "Siendo pequeños, nos hacemos grandes"



Nos disponemos a empezar este espacio de oración preparando el corazón para conversar un rato con Él. Buscamos un lugar tranquilo. Podemos encender una velita o poner alguna canción que ayude a generar clima de oración. Cuando estamos listos nos ponemos en presencia de Dios, “En el nombre del Padre….”


Evangelio según San Mateo 11, 25-30

Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.

Sí, Padre, porque así lo has querido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.

Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.

Porque mi yugo es suave y mi carga liviana."


En el Evangelio de este domingo, Jesús nos propone tener un corazón sencillo para poder conocer mejor a Dios y así poder estar más cerca de Él. Pero.. ¿qué es un corazón sencillo? Es un corazón que se entrega, que no se rebusca, es como el de los niños, simple, sincero e inocente. Solo así podemos estar más cerca del Padre. Y… ¿cómo puedo tener el corazón así? Jesús nos propone hacer espacio en nuestro interior, despojándonos de aquello que ocupa espacio pero no nos llena, para que Él ocupe ese espacio y multiplique las bendiciones. ¿Cómo es mi corazón? ¿Es simple o se enrosca en vanalidades? A veces actuamos como si tuviéramos que saber mucho y ser perfectos para agradar a Dios:.no tener pecados, rezar siempre, cumplir con los sacramentos, los días de precepto, ayudar siempre a los que lo necesitan. Pasemos nuestra vida cristiana por el corazón para tomar dimensión de nuestra relación con Dios. Sin embargo, lo importante es tomar conciencia de que Dios no nos quiere por lo que hacemos o dejamos de hacer, nos quiere y punto. Jesús mismo dijo “no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” porque “no son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos” (Mateo 9, 13). Dios nos quiere a pesar de todo esto y quiere ayudarnos a cargar esas cruces. Una forma de hacerlo es, justamente, predisponer nuestro corazón a la sencillez


“(...) Aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio”. Jesús también nos invita a ser humildes a través de su ejemplo porque así llegaremos al Padre. Como dijo en otra oportunidad, “los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos (Mateo 20, 16)”. Quiere que pongamos nuestra vida al servicio con humildad porque una vida entregada desinteresadamente y por amor, es aquella que se acerca al corazón de Dios.


Empezar a ser sinceros con uno mismo y empezar a despojarse de superficialidades, nos vuelve más sencillos y humildes para poder transitar un camino de sinceridad a corazón abierto con Jesús. Así, podemos dejar entrar lo que Él tiene para compartirnos, que siempre es lo mejor para nuestra vida.


Con la ayuda unos versos de Miguel de Unamuno, le pedimos a Dios que nos regale la gracia y nos ayude a tener un corazón sencillo como el de Jesús.


Agranda la puerta Padre

porque no puedo pasar,

la hiciste para los niños

y he crecido, a mi pesar.

Si no me agrandas la puerta,

achícame por piedad,

vuélveme a la edad bendita

en que vivir es soñar.


Por último, Jesús nos recuerda que su corazón es misericordioso con todos, que no nos juzga por nuestros pecados sino que nos aliviana la carga y nos ayuda a llevar nuestra cruz. Teniendo en cuenta esto, podemos abrazar nuestros pecados, como Él abrazó su cruz, para cargarlos en el camino hacia la luz. Como cristianos debemos tener presente que nuestras cruces son un puente hacia la Resurrección. Le pedimos a Dios la gracia de tener un corazón misericordioso, “un yugo suave y una carga liviana”, para con nosotros mismos para acompañar las cruces de nuestros hermanos también con amor. Podemos terminar este rato de oración pensando si alivianamos la carga de las cruces de algún familiar, amigo o alguien que conozcamos. Pedimos a Jesús en la intimidad de la oración lo que necesitamos para nuestra vida.




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