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Miércoles 8 de abril - "Jugarse por Él"

Updated: Apr 8, 2020

#CancionRecomendada para entrar en clima..

Después de caer





Ya estamos llegando a los días más importantes de la Semana Santa, hace solo tres días Jesús entraba en un burro a Jerusalén, totalmente humilde, pero siendo recibido y alabado por una gran multitud. Y después, pasó sus días en Betania, con sus amigos, dejándonos sus últimas enseñanzas.... para reflexionar sobre esos días, y dar inicio a este Miércoles Santo, nos gustaría empezar leyendo la primera lectura.


Libro de Isaías 50, 4-9a

“El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?”

Palabra de Dios


El lunes Isaías nos invitaba a mirar: “Yo, el Señor, ... te sostuve de la mano, te formé y te destiné … para abrir los ojos de los ciegos...”; el martes a poner atención (atención, amor, cuidado, enfoque, fuerzas…):¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención ... El Señor me llamó.... Hoy nos recuerda la importancia de escuchar y hablar: “para saber decir al abatido una palabra de aliento…, el Señor me abrió el oído para que escuche”. Nos gusta pensar que es una manera de ir “empapándonos” totalmente, percibiendo con la totalidad de nuestros sentidos lo que celebramos esta Semana. Entrar en la Pasión es algo que nos cuesta, ya sea la Pasión de Cristo, la de otros hermanos o la nuestra. Nos cuesta encontrarle sentido al dolor, y muchas veces justificamos nuestros comportamientos debido a esto.

Dice Isaías que si dejamos que el Señor nos despierte el oído cada mañana, además de tener palabras de consuelo con quien lo necesite, reuniremos la fuerza suficiente para no echarnos atrás. Cada uno sabrá cuál es su “atrás” en este momento: ¿perder la calma en el encierro?, ¿no enfrentar un proyecto que me aterra aún sintiendo que es mi lugar y mi momento y que Dios también lo quiere?, ¿no tomar la iniciativa entre los más cercanos de casa para poner algo de alegría, esperanza, cariño mutuo... quedándome en el sillón con “mis cosas”? (Rosa Ruiz, Misionera Claretiana, 2020)

Ahora sí, con esto en mente y habiendo entrado un poco más en lo que significa la Pasión, el entregarse, el escuchar lo que Jesús tiene para decirnos, nos vamos a adentrar en el Evangelio de hoy, que es la continuación del de ayer (Jn 13, 21-33.36-38), y habla de la traición y la ruptura, pero a su vez es la clave de todo lo que pasa después.



Mateo 26, 14-25

Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me darán si se lo entrego?”. Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo. El primer día de los Ázimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: “¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?”. Él respondió: “Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: ‘El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos’”. Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: “Les aseguro que uno de ustedes me entregará”. Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: “¿Seré yo, Señor?”. Él respondió: “El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!”. Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: “¿Seré yo, Maestro?”. “Tú lo has dicho”, le respondió Jesús,.>> Palabra del Señor.


La traición es desgarradora. Algo se rompe: la amistad, la esperanza, la honestidad, la justicia, la confianza, el amor… Algo se te rompe por dentro cuando traicionas porque en el fondo siempre te traicionas a vos un poco, ¿no?

¿De verdad creés que Judas entregó a Jesús sólo por las 30 monedas? Cuando rompemos con algo que nos ha dado la vida, que nos ha regalado un proyecto y una ilusión y un horizonte… tiene que ser porque antes hubo un alejamiento profundo. Algo mucho más decisivo que el dinero se nos ha roto por dentro, algo que te cega y no te permite ver con claridad. ¿Cuántas veces nos traicionamos a nosotros mismos, nos alejamos de eso que somos, o de nuestros ideales? ¿Lo hacemos acaso por miedo, desconfianza o aceptación del otro? ¿Cuántas veces “traicionamos” a Jesús, lo negamos, nos olvidamos de él, o lo dejamos de lado? Y no lo hacemos por plata… ¿Por qué lo hacemos? ¿Acaso por vergüenza a seguirlo, para ponerlo a prueba, o porque se nos complica el camino que nos pide?

Y lo peor es que, muchas veces, no somos capaces de parar cuando nos damos cuenta que nos hemos equivocado. ¿Te imaginas que Judas hubiera cambiado ese ¿seré yo acaso, Maestro?” por un “perdóname, Maestro, y ayúdame porque no sé qué me ha pasado”…?” Muchas veces creemos que no hay vuelta atrás, que nos dimos cuenta de nuestro error muy tarde, que merecemos lo que nos pasa, y no pedimos ayuda ni a los que nos rodean ni a Jesús, y las consecuencias nos superan. Pero no te olvides, siempre estamos a tiempo…

Judas lo entregó por apenas 30 monedas… ¿qué iba a hacer con ellas? No sabemos... ¿Y si cambiamos un poco las cosas?, si estuviéramos en el lugar de Judas ¿qué haríamos? Te proponemos a, por unos minutos, cambiar esta historia, ser vos a quién ofrecen 30 monedas a cambio de Jesús, pero en lugar de aceptar decís NO, ¿Estarías dispuesto?

Pensá en esos momentos donde pudiste negarlo, traicionarlo o alejarte de él por algo que parecía “mejor”, pero tuviste la fortaleza de decir que no, y seguir en su camino. Pensá hasta dónde sos capaz de llegar por su amor, por tu fidelidad hacia él… Jesús conoce nuestra naturaleza humana, sabe de nuestra debilidad, de nuestra tendencia a irnos por el mal camino, pero él nos perdona (si estamos dispuestos a ser perdonados). En este momento pidámosle perdón por aquellos momentos en los que lo traicionamos y nos alejamos de él… pero también pensemos en aquellos donde lo defendimos, lo acompañamos, lo mostramos a los demás, y estuvimos dispuestos a jugárnosla por él.

Por último, queremos compartirles una pequeña historia, una de las tantas que son ejemplo de dar la vida por Jesús. Historias extraordinarias, donde el “dar la vida” se vuelve real, donde ya no es solo elegirlo sino morir por él… esas historias de los mártires...






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