La primera frase es crucial para entender a nuestro personaje: "Si a los engaños dieran premios, hubiera varios ya ganados"; Durante la obra se explica que Megara es esclava del Dios del inframundo Hades, porque entregó su alma por la de un hombre, al que ella amó pero del cual sólo recibió la traición.
Después de darle muchas vueltas al tema del amor, su mente le advierte que tenga cuidado, porque el amor es muy engañoso y traicionero.
Esta suele ser la concepción de amor que muchos tienen. Un amor rebuscado, complicado, engañoso, tedioso, desconfiado, controlado…
Pero lo primero que podemos percibir en la vida, con tal solo sentido común, es que el amor verdadero es gratuito, no pide cosas a cambio, no calcula. Tan acostumbrados estamos a que todo tiene un porqué y una medida, que el amor nos cuestiona. Y si no somos inteligentes en este cuestionamiento, el amor nos puede llegar a sacar libertad. Y en el caso de Meg, esto se ve literalmente.
Dios es amor... Dios es paz... Dios es fe… ¿Realmente creemos en un Dios que es amor? ¿O estamos constantemente renegando de ese amor, y flagelándonos a nosotros mismos?
Qué difícil es sabernos amados por Dios. Frecuentemente nos tratamos a nosotros mismos con mucha crueldad. Nos juzgamos cuando cometemos un error. Nos insultamos cuando algo sale mal. Tenemos dentro nuestro un Súper yo inflexible, que juzga todos nuestros pensamientos y sentimientos, que nos castiga cuando no respondemos a sus exigencias. Entonces necesitamos las palabras de Jesús, que trae ante nuestros ojos al padre misericordioso, que no expulsa a su hijo perdido, sino que celebra con él una fiesta.
Necesitamos a alguien que nos mire con un corazón de amor misericordioso. En realidad, necesitamos reconocer que alguien ya nos está mirando con un corazón misericordioso.
Negar el amor de Dios hacia mí, es ignorar mi valía personal. Porque sin reclamar este primer amor y esta valía, pierdo el contacto con mi verdadero yo y comienzo a buscar en lugares equivocados lo que sólo puede encontrarse en Dios. Dios te elige como sos, como estás y como venís; y hace de vos tu mejor versión.
La parábola del hijo pródigo es la historia que habla del amor que ya existía antes de cualquier rechazo y que estará presente después de que se se hayan producido todos los rechazos. Es el amor primero y duradero de un Dios que es Padre.
Dios no se queda inmóvil, esperando a que sus hijos vuelvan a Él. Ni siquiera da al hijo la oportunidad de disculparse; hace suya la súplica de su hijo, perdonándolo espontáneamente. Y no solo eso, sino que lo conduce a la mesa preparada para él; no puede esperar para darle una nueva vida.
Asique, si algo está claro, es que no puedo obligarme a sentir amor. Puedo desearlo, esperarlo, rezarlo. Pero no puedo fabricar mi verdadera libertad. Alguien me la tiene que dar.
Una vez me dijeron que las manos clavadas de Jesús, demuestran su deseo de nuestra libertad. Y lo que lo mantiene clavado en la cruz no son los clavos, sino su amor.
¿Por qué no dejar que este amor de padre y madre, puro, sencillo, simple, gratuito e ilimitado dirija nuestra vida diaria?
El evangelio nos propone varias maneras simples de amar, algunas son:
Responder sin discutir
Hablar sin acusar
Prometer sin olvidar
Escuchar sin interrumpir
Trabajar sin quejarse
Confiar sin dudar
Perdonar sin castigar
Dar sin entristecerse
Te propongo elegir una, la que más te cueste y tratar de a poco trabajarla e incorporarla esta cuarentena. Y no te olvides, cuando Jesús toca un corazón, hasta el mas frio se convierte en un torrente de gracia.
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