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Jueves 28 de mayo - "Estaban todos reunidos"



“La venida del Espíritu Santo (Hc 2 2-13)

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unidos en el mismo lugar.

Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento que soplaba y que llenó toda la casa donde estaban; y se les aparecieron lenguas como de fuego, posándose sobre cada uno de ellos.Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Vivían entonces en Jerusalén judíos y hombres piadosos de todas las naciones.

Después del estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.

Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Miren, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, los oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua?

Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.

Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?

Mas otros, burlándose, decían: Están borrachos.”



“Estaban todos reunidos esperando la promesa de Jesús”

Qué mezcla de ansiedad y de paz, de alegría e inquietud habrán tenido los apóstoles en el cenáculo. Esperaban la promesa de aquel que les había transformado la vida.

Cuando llega la promesa, el Espíritu, viene como un fuerte viento. Un viento que despoja, un viento que impulsa a seguir fieles a Jesús, un fuerte viento que nos hace cristianos comprometidos. Luego se presenta como llamas de fuego. El fuego es signo del amor. Un fuego que no se consume, que da calor, que ilumina, que disipa las tinieblas. Y es así como se nos manifiesta el amor de Dios en nuestras vidas, un amor que arde, que nos enciende en el servicio a los demás.

Por último, el Espíritu Santo nos une en una misma lengua, en un mismo Dios. Una lengua comprensible para todas las personas.

En aquellos momentos donde las cosas se tornan difíciles, o el camino se vuelve tumultuoso, ¿te es fácil sentir el viento del Espíritu que te anima a seguir en el camino de Dios? ¿En qué aspectos de tu vida encontras el fuego como signo de amor? ¿Te cuesta ser testigo de esa lengua que nos une a todos los cristianos?




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