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Domingo 5 de abril - “Haciéndose semejante a los hombres”

¡Feliz Domingo de Ramos para todos! ¡Y qué domingo! Es el día en el que conmemoramos la entrada de Jesús en Jerusalén con toda la gente dándole la bienvenida y reconociéndose como el Hijo de Dios. ¿Quién lo diría, especialmente sabiendo cómo termina esta semana, no?

Definitivamente sabemos que esta va a ser una Pascua diferente, que nunca nos vamos a olvidar de que hubo una Pascua que fuimos a misa en la computadora o el celular. Por eso, es momento de empezar a preparar nuestro corazón. En primer lugar, te invitamos a leer el evangelio de hoy con calma y tratando de ponerte como espectador.


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (21, 1-11)


Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos.

Y si alguien les dice algo, respondan: "El Señor los necesita y los va a devolver en seguida"».

Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:

«Digan a la hija de Sión:

Mira que tu rey viene hacia ti,

humilde y montado sobre un asna,

sobre la cría de un animal de carga».

Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó.

Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas.

La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba:

«¡Hosana al Hijo de David!

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

¡Hosana en las alturas!».

Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: «¿Quién es este?".

Y la gente respondía:

«Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea.»




Hoy es un día muy especial, no es un día cualquiera, llegó el Domingo de Ramos. Es un día significativo para recordar que estamos cerca de la pasión pero que todavía estamos a tiempo de seguir transformando nuestro corazón, para llevar este recorrido que fuimos transitando a lo largo de la cuaresma a destino. Probablemente entre tantas cosas inesperadas que fueron pasando en estos últimos días, tengamos la cabeza en cualquier lado, pero hoy los invitamos a ser conscientes del momento y del día que estamos viviendo.


En este evangelio podemos recordar la entrada triunfal de Jesús, el rey, a Jerusalén y al pueblo aclamando con los ramos. Para profundizar en esta lectura, vamos a destacar dos momentos.


A través de esta lectura, Jesús al entrar en un burro (animal de carga) a Jerusalén nos regala una de sus enseñanzas más lindas: su humildad. Él carga con todos los pecados de la humanidad, cada uno de nuestros pecados, para que el pecado muera en nosotros y podamos resucitar en Él.



Y por otro lado, tenemos los ramos en nuestras manos: son una representación de Jesús como el máximo rey que entra victorioso a la ciudad.



Los Ramos y el burro nos sirven como recordatorio de que Jesús, que es el máximo rey de nuestras vidas, puso en práctica la humildad y nos enseña a través de su vida a cargar con la cruz y a entregar nuestras vidas.



Este Domingo de Ramos lo vivimos desde casa; no podemos ir a Misa físicamente y ni siquiera conseguir el ramo de olivo que solemos usar. Pero no por eso tenemos que dejar de aclamar y alabar a Jesús que hoy entra montado en el burro. Si hoy nos toca vivirlo así la fiesta de Ramos es porque Dios nos quiere decir algo con esto. Por eso la invitación hoy es a no abandonar a Jesús y acompañar su entrada con el ramo que tengamos, es decir, algún rejunte de lindas hojas del balcón, o un ramo dibujado con paciencia, o lo que el Espíritu nos ilumine a través de la creatividad. Incluso probablemente el mayor valor del ramo hoy sea el fruto de la unión y el trabajo en familia. Pero la importancia de esta invitación no es lograr el ramo más lindo posible sino ser conscientes de a quién estamos alabando: a nuestro Rey, que entra en un burro, y que en el esplendor de su victoria muestra su más profunda humildad. Y al agitar nuestros “ramos caseros” no solo nos alegramos y celebramos la extrema humildad de nuestro Rey, sino que también expresamos nuestra admiración y deseos de imitarlo. Que después de este día nuestro ramo quede a la vista en algún lugar de la casa, y que cada vez que lo veamos en cualquier momento sintamos el llamado a ser humildes en nuestra vida, tal como nuestro Rey, Jesús.





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